Sobre el mensaje moral de Jesús de Nazareth (1)

Algunas veces, pocas, una persona de confianza me preguntó si yo creía en la vida futura, en el “más allá”. 

La respuesta me surgió espontánea desde la primera ocasión, y luego la pude repetir en términos similares, cuando alguien me lo preguntaba de nuevo. Me parecía una cuestión inútil, porque lo que era preciso hacer para asegurarse una feliz vida futura era lo mismo que uno necesita practicar en una presente vida digna. En definitiva, si los principios prácticos no tienen por qué cambiar, no interesa gastar tiempo en sutilezas. Y si hubiera un implícito, consistente en que una vida moralmente digna perdería sentido sin la seguridad de felicidad futura, entonces el sentido moral quedaría profanado, convertido en prima de un seguro. No digamos si el motivo último para hacer el bien se mezclara con el temor a un castigo permanente.

La coincidencia práctica entre la esperanza, la duda, y el valor moral tomado en sí mismo me parece fundamental y responde a mi experiencia. La opción básica es por una vida digna o indigna. Asumida la primera podemos olvidar el temor servil a supuestos males futuros. 

Desde el imperativo de vivir dignamente, se descubre una base común para el entendimiento entre ateos y creyentes, y también para el entendimiento mutuo entre creyentes de diversas religiones, que las hay, aunque en España aún no hayamos aprendido del todo a verlas. 

De hecho he dedicado una parte importante de mi vida a trabajar en el diálogo de cristianos con el ateísmo contemporáneo. Mis antiguos escarceos con la actividad política durante el tardofranquismo nacieron desde mi compromiso cristiano de aquella época y me condujeron a compartir simbólica trinchera con múltiples militantes ateos. Alguno me llegó a decir que le había asombrado descubrir que existían cristianos comprometidos con la justicia, cuando el tenía la idea de que serían puros parásitos sociales. Y yo estaba simultáneamente sorprendido de comprobar que los comunistas no eran seres malignos (como a mí me habían enseñado desde niño). Resulta que era posible abrazarse luchando por lo mismo. Digo esto para aclarar que la palabra “diálogo” bien entendida no es puro palabreo. Puede y debe llevar a prácticas eficaces y profundamente compartidas. 

Vista la evolución del mundo, y particularmente de la sociedad española, el diálogo eficaz entre los creyentes (incluidas las diferentes “familias”) y los no creyentes sigue siendo necesario, y es aún más urgente. 

Mi preocupación más concreta es indagar qué respeto o incluso adhesión puede alcanzar el mensaje moral de Jesús ante las mentes del ateísmo contemporáneo. Para ello habría que manejar el mensaje de Jesús “etsi Deus non daretur”, “aunque no hubiera Dios”. Este fue un atrevido, sincero y honrado, planteamiento del pastor evangélico Dietrich Bonhoeffer en el campo de concentración nazi donde pronto le dieron muerte. Y, entendido así, un diálogo no hueco, sino cargado de verdad, es base de cualquier futuro mejor, incluido también el de nuestro planeta Tierra. La bondad moral compartida entre los humanos es condición de posibilidad para la real mejora de la vida de todos. E implica también la apertura radical de cada uno para su leal autocrítica.

Ahora dos observaciones, para terminar por hoy:

A.- Llevo unos años de aprendiz dedicado a leer, sobre todo historia. Y mis lecturas sobre historia del cristianismo me llevan tercamente a reconocer que eso que llamo mensaje moral de Jesús de Nazareth el cristianismo histórico lo ha conservado, pero a la vez lo ha adulterado con decenas de prácticas morales distintas y aun opuestas a la inspiración inicial. Creo que vale la pena compartir esos datos.

B.- ¿Tiene sentido un esfuerzo apoyado en la ciencia histórica, para descubrir el origen de esas adulteraciones y clarificar los intereses infiltrados en busca de ser legitimados por la religión, queriendo dotarlos de un sello dorado de indiscutible divinidad?  ¿Será útil detectar posibles complicidades por parte de líderes religiosos que se dejaron o dejan querer por los agentes adulteradores? Respondo que sí.

Embarcado en esta doble respuesta positiva pienso volver y volver sobre este asunto en sucesivos textos, abiertos todos ellos al diálogo con quienes queráis mostrar en ello vuestro interés.

Hablamos ahora mucho de la “muerte digna”. A veces me parece que se entiende únicamente en relación con el sufrimiento físico, con el dolor, lo que no está nada mal. Seguimos a la espera de una buena ley de eutanasia. Pero me parece que todavía puede interesar más lo antes dicho de una “vida digna”. 

La muerte digna debería ser sobre todo la ancha y pacífica desembocadura de una vida digna. Y con esta tendrá algo que ver el dicho mensaje de Jesús de Nazareth.

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